Sunday, April 28, 2019

Mirando al sur, antología desde el exilio: narrativa, poesía y ensayo, libro presentado durante el 3er Festival del libro hispano de Virginia


Mirando al sur, antología desde el exilio:  narrativa, poesía y ensayo




Prólogo


Inmigración y exilio son dos palabras que, sin quererlo, se han hecho presentes de manera impuesta en el que escribe estas líneas y ahora, una vez más, realiza la labor de editor con la premura del que siente que debemos hacer más para impulsar el idioma español en los Estados Unidos. Aun tras dieciocho años aquí (arribé en febrero de 2000) siento que llevo el exilio conmigo: por lo que dejé, por lo que no pudo ser y aun habiéndome adaptado bastante y alcanzado metas, siempre existe una voz que susurra: “no soy de aquí ni soy de allá”, como decía Cabral.
De manera accidental y quizás subconsciente, la palabra exilio la he usado siempre para poder clasificar (si existe clasificación posible ) al trabajo que hacemos los que escribimos lejos del país de origen. De Ovidio a Cortázar el tema del exilio ha existido siempre en la literatura y tanto hispanos y peninsulares en Estados Unidos no hemos sido excepción a este destino.
En 1988 el escritor nómada Roberto Bolaño sostuvo en una entrevista con Sergio Paz que “para un escritor eso [el exilio] es una bendición. El oficio del escritor es un oficio de exiliados. Un escritor, de una u otra manera, siempre está al borde del exilio. Y el exilio es la quintaesencia de todo viaje. El exilio es o sería la perfección de escribir”.
La presente antología usa la palabra Sur de manera irónica. No se refiere a sudámerica unicamente sino a todo lo que está “fuera” y Estados Unidos desconoce: México, centroamérica, sudamérica y España. El libro alberga a autores del proyecto Raíces Latinas (El festival del libro hispano de Virginia, el taller narrativo de Virginia que incluso ha incursionado en Lima, Perúy dos antologías previas a las que el lector tiene ahora entre sus manos) y autores que vienen uniéndose con una finalidad única: escribir y forjar fraternidad entre autores hispanos.  
El académico Edward Said manifestó en su ensayo “Reflexiones sobre el exilio” (1984) que el exilio es “la grieta imposible de cicatrizar impuesta entre un ser humano y su lugar natal, entre el yo y su verdadero hogar: nunca se puede superar su esencial tristeza”.
El año 2010 “conocí” en el internet al experto en inmigración y profesor emérito de español, Víctor Fuentes. El maestro Fuentes (madrileño de nacimiento y californiano por adopción) a quien tuvimos la suerte de traer a George Washington University en 2017 para celebrar “La semana de Cesar Chavez”, me introdujo en este terreno casi etéreo que es la investigación sobre la literatura del exilio en los Estados Unidos.
Don Luis Leal (junto a Fuentes) fundaron la revista “Ventana Abierta” en el Chicano Studies Institute (CSI), University of California, Santa Barbara. En la edición 29-30 de Ventana Abierta, Leal afirmó que “Con la excepción de este o aquel artículo o libro sobre algún autor, hasta el presente no se ha llevado a cabo un estudio global de las obras de escritores latinos en español publicadas en Norteamérica”. Partiendo de lo que plantea Leal, coincido en que no se ha investigado y que urge hacerlo. Es en este contexto que esfuerzos como esta antología nacen con la esperanza que la Academia mire lo que se gesta aquí, que a fin de cuentas es espejo y la herencia de la literatura hispanoamericana y peninsular.
En el libro California Hispano-Mexicana: Una Nueva Narración Histórico-Cultural (ANLE 2014) Víctor Fuentes citaba que los primeros españoles que llegaron a California en 1776 de México, antes que Estados Unidos lograra su independencia el 4 de julio, usaron la palabra exilio, cuando lo que buscaban en realidad era trabajo y un porvenir. En ese sentido, el exilio se refiere no necesariamente a emigrar por cuestiones políticas, sino diversas razones que fuerzan al ser humano y al escritor a desplazarse.
Estados Unidos es sin duda es uno de los lugares donde mayores escritores hispanos se concentran: vienen de México, pasando por Centroamérica hasta llegar a la Patagonia muy al sur, cruzando el atlántico hasta España y haciendo una escala en África (en Guinea Ecuatorial se habla español y es un idioma oficial). En Estados Unidos la lengua de Cervantes avanza de manera pausada, pero avanza. Recordemos que aquí han vivido Vicente Alexaindre, José Martí, Federico García Lorca, Cortázar, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, solo por citar algunos autores.
Considero que no podemos hablar todavía de un boom como el sudamericano de los años 60 pues para ello se necesitarían voces de la talla de Fuentes, Vargas Llosa, García Márquez; también, que existan estudios acerca del español en los Estados Unidos y se creen y/o fortalezcan más proyectos literarios. Cada cierto tiempo escucho sobre un autor nuevo o una editorial con proyectos interesantes en Florida, North Carolina, Virginia, New York, New Jersey, Illinois, Texas, California y de seguro en muchos estados más.  Sin embargo, en la actualidad los movimientos están dispersos y no se han generado bloques culturales donde varios festivales o editoriales organicen (organicemos) un evento multitudinario como las ferias internacionales de otros países.
Quizás el individualismo es parte de nuestra idiosincrasia observada desde la época de San Martín y Bolívar y el caudillismo sudamericano se traslada a toda esfera sin excluir fenómenos populares como el fútbol. Quizás sea tiempo de trabajar en equipo, imitar lo bueno de la cultura estadounidense: el trabajo en equipo, el tan mentado Teamwork.
La antología que se presenta no intenta reunir a “las mejores voces” o a “los escritores más importantes”. En esta antología el lector encontrará autores reconocidos dentro de los Estados Unidos e incluso fuera de él. También hallará voces nuevas de narradores y poetas que anhelan ser leídos.
Siempre cuando nace un nuevo proyecto literario, surge algún crítico que hace hincapié en que el libro debió incluir a tal autor o quizás a este otro. Faulkner decía que no tenía tiempo para leer a los críticos y por ahora nos vamos a ceñir a esa premisa. Este libro no tiene como objetivo llegar solo al intelectual (recordemos a Rulfo cuando decía que le tenía miedo a los intelectuales y que cuando veía a uno le sacaba la vuelta), sino a todo lector en los Estados Unidos (si transciende más allá, enhorabuena).
Un informe del Pew Research Center del 2005 señala que más de 37 millones de personas hablan español en los Estados Unidos y se estima que para el 2020 la cifra puede fluctuar entre 37.5 a 41 millones. Este dato es revelador ya que supera a la población de cualquier país de Centroamérica y, salvo países como México, Argentina o Colombia, prevalece al resto de países hispanohablantes.
Cortázar recurrió a una metáfora pugilística para explicar la diferencia entre el cuento y la novela: “La novela siempre gana por puntos, mientras que el cuento debe ganar por nocaut”; por ahora intentamos transmitir el español a nuestros herederos y ganar por puntos.
Históricamente todo idioma “extranjero” ha desaparecido en Estados Unidos luego de la tercera generación. Le ocurrió al alemán, al italiano, al holandés, entre otros. De momento, el idioma español sigue resistiendo, punto por punto, fajándose y desde nuestra esquina lo alentamos. El tiempo dirá (aunque no lo veamos nosotros) el resultado de esa pelea desigual.  

Con fraternidad literaria,

Hemil Garcia Linares

Índice

Prólogo por Hemil García Linares                                                        11

Narrativa

Luis Hernán Castañeda                                                                        17 Antonio…………………………………………………….........................19

Teresita Dovalpage                                                                               25
SOMOS y el zumbido de Taos…………………………………………..27

Sofía Estévez                                                                                          31
La clase de educación sexual…………………………………………….33
La visita………………………………………………….………………37

Oswaldo Estrada                                                                                  43
El hombre y mal………………………………………………………...45

Hemil García Linares                                                                           49
Un escritorzuelo cualquiera……………………………………………...51
El hidalgo y el indio…………………………………………………… .58

Ofelia Montelongo                                                                                 63
El moño de perlas falsas………………………………………………....65

Eugenia Muñoz Molano                                                                       69
La misión………………………………………………………………..71

Lilia Murillo                                                                                            73
El solitario y la nereida…………………………………………………..75


Fernando Olszanski                                                                              77
Nieve lenta……………………………………………………………....79
    
Arturo M. Rojas Huerta                                                                        85 Quiero una parte de ti…………………………………………………...87
Cristian Salgado                                                                                     93
Camino de Rosas………………………………………………………..95

Keila Vall de la Ville                                                                               99
Los días animales I parte……………………………………………….101

Sarita Vílchez Castellanos                                                                    109
De sororidad y feminismo……………………………………………...111
3M……………………………………………………………………..118

Poesía

Martivón Galindo                                                                                  127
Testigo…………………………………………………………………129
Cantos Profundos Populares…………………………………………...130
Derecho………………………………………………………………..131
A Silvio………………………………………………………………....132
Reflexión……………………………………………………………….133

Natalia Gómez Linares                                                                        135
A escondidas…………………………………………………………...137
Caligrafías……………………………………………………………....137
El Okupa…………………………………………………………….....138
El hospedaje…………………………………………………………....138
Mi tiempo……………………………………………………………....139

Vladimir Monge                                                                                    141
Centroamérica mía……………………………………………………...143
Preguntas inciertas……………………………………………………...144
Gotas de lluvia……………………………………………………….....145
Cinco mil pies cuadrados……………………………………………….146

Carlos Parada                                                                                        147
Poema del cansancio…………………………………………………....149
Ballena……………….………………………………………………....153
Sal de la poesía………..………………………………………………...154
Fotografía……………………………………………………………....155
Huellas desteñidas……………………………………………………...156

Ensayo

Miguel Chirinos                                                                                     159
Visita de Simón Bolívar a los Estados Unidos en 1807…….…………....161













































































Sunday, December 16, 2018

Sesenta días para abandonar el país de Hemil García Linares reseña


https://www.auroraboreal.net/literatura/libros/1132-sesenta-dias-para-abandonar-el-pais
Sesenta días para abandonar el país nos narra las experiencias de un peruano de clase media baja y con estudios en periodismo; se trata de Gerardo Gómez, quien se ve obligado por las circunstancias a trabajar como vendedor de tarjetas de crédito y préstamos para un banco extranjero en la capital del Perú, Lima. Su situación no es nada sui generis en la tres veces coronada villa, sino que es idéntica a la de miles de personas con educación superior, profesionales graduados e incluso con estudios de post-grado dedicados a recorrer las calles a diario, ya sea manejando uno de los innumerables taxis (p. 19), o perteneciendo a la inmensa legión de vendedores de ilusiones (tarjetas de crédito, préstamos, pensiones, viajes, etc.). Son éstos los únicos trabajos posibles para la gran mayoría de los que han superado la barrera de los 25 años y por diferentes razones no se han establecido o no les "ha ido bien" (p.22).
En comparación con la mayoría de sus compatriotas, realmente, a Gómez no le va mal, pero no posee ningún tipo de estabilidad y en cambio sí tiene aspiraciones. Los vendedores son material desechable y fácilmente reemplazable con miles de otros que esperan su oportunidad. Lo que sí se les ofrece es "pan y circo", celebraciones acompañadas de abundante comida y licor para "estimularlos". Precisamente Sesenta días para abandonar el país empieza con una de estas celebraciones donde el narrador cuenta, en tono burlón, una "original" frase del gerente de ventas: "[...] el hombre decretó que el oficio más antiguo del mundo no era la prostitución sino las ventas, ya que desde el inicio de las culturas siempre hubo mercaderes que vendían o intercambiaban prendas, esencias, telas. Una cagada de discurso, pero todo el mundo lo felicitó" (p.14).
Desde el inicio de la novela, el narrador en primera persona nos permite no sólo compartir sus experiencias sino que también nos deja penetrar en sus más profundos pensamientos y emociones. Sentimos su frustración cuando menciona a su amigo del colegio, el tuerto Álvarez: "Ver al tuerto tan bien vestido inevitablemente me hizo pensar si él veía cómo lucía yo. Miré mi traje del banco y mis zapatos empolvados por andar a pie." (p.32). Asimismo, nos muestra la discriminación racial y social que aún existen en la sociedad limeña y lo vemos cuando expone el desinterés por un potencial cliente que "no era rubio ni adinerado" (p. 16).
Miguel Arana. Perú. Graduado en periodismo por el Santa Barbara City College y en Español por la Universidad de California Santa Barbara; actualmente se desempeña como instructor de español mientras estudia el Master/Phd en Lengua y Literatura Hispánicas en la citada universidad.Por otro lado, la narración se desenvuelve con soltura y se torna amena y cautivante, el lenguaje utilizado es accesible y coloquial. Además, la técnica del narrador al describir en forma de diario sus últimos días en Lima y como si fuera esa vida una cuenta regresiva le añaden al relato cierta dosis de emoción y suspenso que mantiene al lector interesado; pero también simboliza una especie de próxima ruptura del cordón umbilical, los últimos días de lo conocido y el inicio de una aventura incierta. Eso hace que Gerardo sea constantemente asaltado por la duda de emigrar o no, que es reforzada por el recuerdo de algunas experiencias fallidas de gente conocida que intentó antes "el sueño americano" pero que no logró alcanzarlo u otras que sí llegaron pero para quienes el sueño se convirtió en pesadilla: "Algunos de ellos han padecido cárcel por ser ilegales y tuvieron que esperar sus juicios de deportación viviendo con un grillete electrónico en el pie con el cual la policía los rastreaba donde quiera que se escondiesen" (p. 57).
Al llegar a la "tierra prometida" la duda, en lugar de despejarse, se acentúa. La inseguridad y la incertidumbre son el pan de cada día: "Es difícil saber lo que me depara el futuro, si triunfaré o me deportarán. No sé si limpiaré baños toda mi vida o un día lograré mi legalidad y un mejor trabajo. [...] Ahora sé que los sueños son primos hermanos de las pesadillas." (p. 110) Peor aún, luego del 11 de septiembre lo abraza el temor de morir en esta tierra, no deseado y alejado de sus seres queridos.
Esta obra semi-biográfica de García Linares nos expone con claridad una serie de situaciones bastante comunes de las sociedades latinoamericanas como la falta de oportunidades, el racismo, las frustraciones, las desigualdades sociales, las relaciones sentimentales y laborales, entre otras, mientras que, por otro lado, sin adornos nos presenta, la verdadera realidad de los inmigrantes latinoamericanos en los Estados Unidos.
Sesenta días para abandonar el país es una lectura imprescindible para entender mejor a Latinoamérica, comprender el afán emigratorio de mucha de su gente, y apreciar su lucha por una vida mejor en un contexto extraño y muchas veces hostil. Mientras tanto, muchos como Gerardo continuarán preguntándose: "¿Qué carajo es realmente el American Dream?" (p. 104)

La gasolinera en la avenida Suddley
(Fragmento de la novela Sesenta días para abandonar el país)

"¿De verdad quieres trabajo extra?", me preguntó mi primo. "Ándate a la gasolinera de la avenida Suddley. Te dejo allí si quieres". Yo asentí animado.
Cuando llegué eran las siete de la mañana y al menos unas veinte personas estaban paradas en los alrededores. Jornaleros les llaman a los que se paran en las esquinas a esperar un empleo eventual, que muchas veces son apenas unas horas de trabajo. "Hola, gente, ¿cómo están? Mi primo me dijo que aquí habría chamba", dije tratando de sonar amigable. "Hola, peruano", contestó un tipo flaco, bajito y empezó a hablar como limeño. "Oye huevón, ¿qué te pasa huevón? ¿Qué dice la señorita Laura Bozzo?". Risas alrededor. Forcé una sonrisa y me acerqué. "¿Eres peruano?", indagué. Él tipo sonrió: "Salvatruco. Purito El Salvador".
La mañana estaba un poco fría y fui a comprar un café en la gasolinera. Ernesto me aseguró que los subcontratistas llegaban en camionetas buscando obreros. Había que adelantarse y correr porque la gente se podía arremolinar alrededor de cualquier auto que se detuviese. Y así fue. Primero llegaron dos camionetas y ni siquiera pude acercarme.
Di un sorbo al café. Mientras el tráfico se detenía en el semáforo, los conductores desde la Suddley observaban con miradas afligidas. Al rato se acercaron unas ancianas americanas con café y donuts. "Son de la iglesia cristiana que está al frente y a veces traen comida", me dijo una persona joven. Tomé un donut y un café extra. Casi me atraganto con el donut al ver que se acercaba una camioneta inmensa y corrí para no perder mi oportunidad. Mi sueño americano venia envuelto en una camioneta cuatro por cuatro. Igual llegué a destiempo, pues ya había unas cinco personas delante de la camioneta. Por suerte los tipos de adelante eran de baja estatura y pude meter mi cabeza. El salvadoreño estaba tratando de negociar con el de la camioneta, un señor rubio alto y gordo que hablaba con acento extraño. El salvadoreño no podía hacerse entender. "Peruano, ¿vos podés hablar inglés?", me preguntó y asentí, y entonces me abrieron paso. El gringo sonaba como salido de una película de cowboys. Con algo de dificultad entendí que pagaría diez dólares por hora trabajada y que necesitaba cuatro personas (you are one of them, dijo). Así que me pidió que escogiera tres, escogí al salvadoreño; este llamó a dos amigos que eran de Honduras o catrachos como ellos mismos se denominan. Subimos a la camioneta del gringo Jeff quien nos llevó por la parte vieja de Manassas. Se detuvo en una tienda a comprar varias botellas de agua. Luego avanzó hasta una avenida grande que decía Prince William. Pregunté adónde íbamos. "To Dale City. It's fifteen miles away". Jeff prendió un cigarro.
Llegamos en media hora y nos dirigimos a unas casas que tenían apenas estructuras y columnas terminadas. Había que poner todas las planchas de madera (Playwood). Como nunca he hecho trabajo pesado sufría al cargar dos de esas planchas. Los hondureños y el salvadoreño se ponían al menos cuatro planchas en la espalda. "No seas huevón, peruano" (después supe que ellos le dicen huevón a los que son ociosos). "Al menos hablás inglés", dijo otro y todos rieron. Estuvimos un par de horas poniendo las planchas en la pared y otras en la parte del techo. "¿Vos sabés usar la pistola?", dijo el salvadoreño. En el suelo había dos pistolas automáticas para clavar las planchas. "Apachále, así nomás", sonrió, y al apretar el gatillo tiró un par de clavos que cayeron cerca de mi rodilla. Agarré la otra pistola y le disparé también. Nos reímos.
Hemil S. García Linares. Licenciado en periodismo, escritor y bloguero. Ha publicado artículos en Perú y en periódicos de Estados Unidos. Su obra figura en México, USA y Argentina. Primer puesto en el 2010 International Latino Books Award categoría ficción y finalista en concursos literarios de Argentina y Estados Unidos. Su libro: Cuentos del Norte, Historias del Sur es materia de estudios en diversas universidades norteamericanas. El gobierno español a través de su embajada en Washington DC auspició su novela  Sesenta días para abandonar el país. En el 2011 la Wesleyan University le otorgó la beca literaria Joan Jakobson. Como editor prepara una antología de inmigración en la que reunirá importantes voces narrativas y poéticas de Estados Unidos y Europa a publicarse a mediados del 2012Así que me puse a clavar las planchas de Playwood, siempre mirando cómo lo hacía el salvadoreño con la otra pistola. A las once de la mañana paramos por diez minutos y bebimos agua. Me moría de hambre. Los centroamericanos tenían pupusas (una masa de harina con queso) que me metí a la boca sin pensarlo dos veces. Este Jeff es buena gente, dijeron ellos, porque normalmente ningún contratista te ofrece ni agua.
Salió un sol tibio y engañoso, de esos que queman la cara pero no calientan y seguimos en el techo clavando las planchas de playwood. Desde lo que sería el segundo piso divisé al menos cien casas similares, todas idénticas, sin terminar y esperándonos. Debería trabajar en esto siempre, pensé.
Trabajamos hasta que no quedó una sola plancha en la camioneta. También usamos las que estaban apostadas en un costado de la casa. Faltaba ahora empezar a poner las tablas y columnas de lo que sería el segundo piso. Las bases del primer piso en unas horas estaban terminadas, listas para ser revestidas y pintadas. Mis compañeros trabajaban a una velocidad increíble.
"Time for lunch", dijo Jeff, "let's get some burgers and sodas", añadió y prendió otro cigarro. "Come with me", dijo Jeff y me subí a la camioneta. Me sentía como el capataz del grupo, el único que hablaba inglés. Teníamos que comer algo rápidamente y después terminar el segundo piso, dijo. Llegamos a un McDonald's sobre la avenida Dale Boulevard. Compró seis hamburguesas. Me preguntó si quería una gaseosa. Sí, gracias. Qué bueno este gringo. Salimos del McDonald's y Jeff enrumbó hacia una gasolinera. Mientras él manejaba yo comía mi hamburguesa. "Cigarretes are bad", dijo riéndose y me pidió que comprara una cajetilla de Marlboro, mientras él comía su hamburguesa al vuelo. Me alcanzó diez dólares. Qué confiado este gringo que me da dinero sin conocerme. Entré a la tienda. Debían ser ya más de las doce, había una fila de casi seis personas, fui al baño a orinar. Me lavé las manos y volví a la cola para pedir los cigarros. Me acabé el resto de la hamburguesa. Compré los cigarros y salí al estacionamiento. La camioneta no estaba, Jeff tampoco. Miré alrededor creyendo que me había confundido, que quizás Jeff se había estacionado a la derecha y no a la izquierda. Como en cámara lenta recorrí todo el estacionamiento. La puta camioneta no estaba. Esperé diez minutos, veinte, media hora. Quería pensar que Jeff se había olvidado de mí, pero ni el buen Jeff ni su camioneta aparecieron. Abrí la cajetilla de cigarros y prendí uno, estaba en el culo del mundo y ni idea de cómo volver. Tenía siete dólares en el bolsillo. Escupí al suelo con rabia. Vi en la esquina de la gasolinera varios latinos apostados en la berma y de pronto una camioneta se acercó. La gente se arremolinó, quise reírme pero tenía miedo de que la risa me traicionara y se convirtiese en llanto.
Reseña del la novel Sesenta días para abandonar el país enviada a Aurora Boreal® por Miguel Arana Y Hemil Garcia. La gasolinera en la avenida Suddley (Fragmento de la novela Sesenta días para abandonar el país) enviado a Aurora Boreal® por Hemil García. Material publicado en Aurora Boreal® con autorización de Hemil García y Miguel Arana. Para leer más sobre Hemil García pulse aquí.